Friday, June 08, 2007

Crítica: Diario de un escándalo

Dos actrices y una sola historia. Esa es la estructura básica de esta película de Richard Eyre (Iris) en las que la homosexualidad, la pederastia y la infidelidad matrimonial se unen para crear una trama de alto contenido psicológico, en la que se intenta reflejar, de un modo más o menos acertado, la compleja vida interior de las mujeres, intentando abandonar los tópicos establecidos en la sociedad.

Judi Dench y Cate Blanchett son las encargadas de darle una mayor profundidad a la película, hacerla creíble y acercarnos una realidad que no siempre es ni mucho menos cercana y próxima al día a día en el que vivimos.

La historia se sitúa en Londres, en un colegio en una zona más o menos marginal. En ese colegio las dos damas del cine se convierten en maestras que muestran dos formas diferentes de enseñar: mano de hierro frente a la timidez y a la dulzura.

Sin embargo, a pesar de ser tan opuestas, la mayor y más dura, Barbara Covett (Dench) pronto sentirá una atracción fatal por la nueva adquisición del colegio, la tímida e inocente Sheba Hart (Blanchett), madre y esposa amantísima.

Sin embargo esta no es una amistad al uso. Y así se comprueba, no sólo por la voz en off del famoso diario, escrito por Barbara, también por cómo se dibuja esa sensación de acoso y obsesión a la que ésta parece someter a Sheba cuando descubre su affeir con un jovencito al que da clases.

Ya están sobre la pantalla los dos principales temas: la homosexualidad, bastante reprimida al principio, obsesiva al final de la cinta de una mujer ya mayor con otra bastante más joven, y la pederastia, una visión fuera de lo normal, siempre hombre madurito acosa a niña o jovencita, (Lolita): en este caso mujer madura con adolescente pecoso, que no por ello deja de ser igual de reprobable y vergonzoso para un espectador que se siente incómodo viendo escenas de adultos con púberes.

Dos visiones de la sexualidad totalmente que se salen de lo corriente pero que se nos ponen tan cerca, en un colegio, que se hacen bastante creíbles, aunque no siempre es suficiente.

Por ejemplo no lo hace demasiado creíble la candidez de Sheba al no percatarse de lo que la avispada e inteligente Barbara está haciendo con ella: convertirla en su confidente para como una araña, atraparla en su red y que no pueda escapar de ella. No es normal que una mujer ya hecha y derecha, con marido y dos hijos sea tan ilusa como para no darse cuenta de que alguien con un poco de maldad puede arruinarle la vida cociendo su gran secreto.

Y no es que intente arruinarle la vida, sino más bien que la comparta con ella. Pero Sheba parece no darse cuenta de nada.

Las actuaciones de ambas mujeres son excepcionales, sobresaliendo más la de Dench de una mujer torturada por la soledad al no haber sido capaz de comprender cómo se ama. Blanchett también está grande en su actuación, al igual que Bill Nighy, que interpreta al marido de Sheba, que pasa del amor absoluto al desprecio más grande por su compañera al enterarse no sólo de la traición, sino también del delito.

En ocasiones larga y pesada, la cinta se sobrelleva en esos momentos gracias a una gran banda sonora de Philip Glass que enfatiza la maldad de Barbara y la crítica subyacente a una sociedad, la inglesa, que tiene como una de sus mayores aficiones el cotilleo a gran escala.