Friday, June 08, 2007

Madrid, la ciudad sin cielo

Llega el verano, el buen tiempo, el solecito da en la cara y aprietan las ganas de salir a la calle. Claudia, que cumplió en marzo un año, es una niña dicharachera y alegre a la que le gusta mucho salir a pasear en el carrito con su madre, mucho más ahora que está empezando a dar sus primeros pasos y salir a la calle se ha convertido en toda un aventura para ella. En el barrio de Carabanchel, donde vive con sus padres, los coches pasan próximos a las aceras por donde pasean las mamás con sus niños, obligándoles a respirar el humo de los tubos de escape. No es de extrañar que después, al llegar a casa los niños tengan reseca la nariz y no paren de toser. Pero la madre de Claudia no le da importancia, porque no conoce la relación existente entre este síntoma y la contaminación. Como Claudia, muchos niños pequeños y también personas mayores, dos colectivos más propensos a verse afectados por la contaminación, son susceptibles a los riesgos que para su salud tiene las condiciones ambientales. Junto a estos dos grupos de riesgo, el resto de personas que pasean por la calle, que se montan en los autobuses o que simplemente dejan abiertas las ventanas de su casa, también se ven afectados por síntomas tan normales como son el picor de ojos, la sequedad en la garganta o los dolores de cabeza que nadie asocia con algo que nos rodea y de lo que no podemos escapar como es el aire contaminado de la ciudad de Madrid.

Pero los ciudadanos de a pie no son los que más sufren está contaminación, sino que son las personas que trabajan en la calle quienes sufren peores consecuencias. Rubén García es policía nacional y pasa entre cinco y diez horas en la calle. Su medio de transporte hasta la comisaría de Villaverde-Usera es la moto, vehículo que también utiliza en su labor profesional. En la moto no hay nada que te proteja de la polución de los otros coches, ni siquiera el casco, por lo que no es raro hablar con él al final de su jornada laboral y que te mencione los dolores de cabeza, la sequedad de garganta o los problemas al respirar. Además los miembros del Cuerpo de Seguridad del Estado se quejan de la falta de información sobre las consecuencias de trabajar en la calle y de respirar el humo de los coches, lo que supone que síntomas como el picor de ojos, los problemas respiratorios, la fatiga y el cansancio, no sean relacionados con su prolongada estancia en la calle. Al contrario, en muchas ocasiones estos profesionales no piden la baja por dolencias similares al no verlas relacionadas con su vida laboral y su día a día. A la larga, muchos de ellos, como ya les ha ocurrido a algunos compañeros de comisaría de Rubén García, terminarán enfermando de bronquitis crónica, sin que las autoridades sanitarias pertinentes hayan ofrecido información adecuada a los policías para que tomen medidas que eviten una exposición total a la contaminación en Madrid. Los barrenderos son otros de los grupos afectados por su gran exposición a los tubos de escape de los coches. Además de compartir síntomas con los policías, sufren afecciones oculares como el pterigion, una lesión en la conjuntiva ocular que tiene forma de pequeña grasa. También se encuentran expuestos por su trabajo a la contaminación los taxistas, quienes además pueden realizar su labor diaria en un clima aún más contaminado que en el exterior, como demostró un curioso estudio publicado en noviembre de 2005 en la revista ‘NewScientist’, que aseguraba que el pasajero, y por tanto también su conductor, están más expuestos a las partículas contaminantes, 108.000, dentro que fuera del vehículo.



El pinchazo

Cuando te reúnes con los amigos y hablas de la vida en general y del futuro en particular, además del problema del empleo, siempre sale casi a la par el de la vivienda. Y es entonces cuando todos concluimos nuestras conversaciones con un “de casa no saldremos hasta los 30 años”. Pero ‘la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida’, el sector inmobiliario se ha desplomado en la Bolsa como hacía tiempo que no pasaba.

No es que se hayan arruinado y ahora los pisos valgan dos pesetas, no, pero es un síntoma de que hay algo que no marcha bien en el que es el negocio estrella de nuestro país. Cuando hacía una semana se presentaba la auditoría interna de una de tantas inmobiliarias, Astroc Mediterránea, del que es socio el riquísimo Amancio Ortega, nada hacía suponer que su contenido haría caer en picado sus acciones y arrastrarían una semana más tarde las de otras empresas del sector.

Pero eso es lo que ha pasado. Aunque reconozco que no soy experta en el tema, sí soy capaz de entrever que detrás de esta caída estrepitosa en Bolsa hay algo que huele a chamusquina. A lo mejor es cierto lo que se comenta del pinchazo de la burbuja inmobiliaria y su consiguiente bajada de precios. ¡Eso sí sería una buena noticia!

Aunque todo el mundo, incluso el Gobierno, se ha apresurado a desmentir que la burbuja esté desinflándose, -que ya son ganas de quitarnos la ilusión a los mileuristas-, la impresión que nos queda tras la jornada bursátil de hoy, vista desde fuera y como una total amateur en este tema de las finanzas, es que algo sí se está desinflando.

No sé muy bien si ese desinfle realmente tendrá algún efecto en el precio de la vivienda, si podremos algún día comprarnos un piso como hace treinta años hacían nuestros padres, y dejar de soñar con ello. Es posible que este sólo sea el comienzo y que dentro de poco las conversaciones con los amigos sobre el futuro no acaben con un desesperanzador “hasta los treinta” sino con una fiesta de inauguración en el piso de alguno de ellos.

Crítica: Diario de un escándalo

Dos actrices y una sola historia. Esa es la estructura básica de esta película de Richard Eyre (Iris) en las que la homosexualidad, la pederastia y la infidelidad matrimonial se unen para crear una trama de alto contenido psicológico, en la que se intenta reflejar, de un modo más o menos acertado, la compleja vida interior de las mujeres, intentando abandonar los tópicos establecidos en la sociedad.

Judi Dench y Cate Blanchett son las encargadas de darle una mayor profundidad a la película, hacerla creíble y acercarnos una realidad que no siempre es ni mucho menos cercana y próxima al día a día en el que vivimos.

La historia se sitúa en Londres, en un colegio en una zona más o menos marginal. En ese colegio las dos damas del cine se convierten en maestras que muestran dos formas diferentes de enseñar: mano de hierro frente a la timidez y a la dulzura.

Sin embargo, a pesar de ser tan opuestas, la mayor y más dura, Barbara Covett (Dench) pronto sentirá una atracción fatal por la nueva adquisición del colegio, la tímida e inocente Sheba Hart (Blanchett), madre y esposa amantísima.

Sin embargo esta no es una amistad al uso. Y así se comprueba, no sólo por la voz en off del famoso diario, escrito por Barbara, también por cómo se dibuja esa sensación de acoso y obsesión a la que ésta parece someter a Sheba cuando descubre su affeir con un jovencito al que da clases.

Ya están sobre la pantalla los dos principales temas: la homosexualidad, bastante reprimida al principio, obsesiva al final de la cinta de una mujer ya mayor con otra bastante más joven, y la pederastia, una visión fuera de lo normal, siempre hombre madurito acosa a niña o jovencita, (Lolita): en este caso mujer madura con adolescente pecoso, que no por ello deja de ser igual de reprobable y vergonzoso para un espectador que se siente incómodo viendo escenas de adultos con púberes.

Dos visiones de la sexualidad totalmente que se salen de lo corriente pero que se nos ponen tan cerca, en un colegio, que se hacen bastante creíbles, aunque no siempre es suficiente.

Por ejemplo no lo hace demasiado creíble la candidez de Sheba al no percatarse de lo que la avispada e inteligente Barbara está haciendo con ella: convertirla en su confidente para como una araña, atraparla en su red y que no pueda escapar de ella. No es normal que una mujer ya hecha y derecha, con marido y dos hijos sea tan ilusa como para no darse cuenta de que alguien con un poco de maldad puede arruinarle la vida cociendo su gran secreto.

Y no es que intente arruinarle la vida, sino más bien que la comparta con ella. Pero Sheba parece no darse cuenta de nada.

Las actuaciones de ambas mujeres son excepcionales, sobresaliendo más la de Dench de una mujer torturada por la soledad al no haber sido capaz de comprender cómo se ama. Blanchett también está grande en su actuación, al igual que Bill Nighy, que interpreta al marido de Sheba, que pasa del amor absoluto al desprecio más grande por su compañera al enterarse no sólo de la traición, sino también del delito.

En ocasiones larga y pesada, la cinta se sobrelleva en esos momentos gracias a una gran banda sonora de Philip Glass que enfatiza la maldad de Barbara y la crítica subyacente a una sociedad, la inglesa, que tiene como una de sus mayores aficiones el cotilleo a gran escala.

Un Irak mejor cuatro años después

Es hora de hacer balance cuatro años después de la guerra de Irak. Y el balance es sin duda positivo. Es cierto que la inestabilidad social no se ha frenado y que no se han encontrado las armas de destrucción masiva, pero el dictador ha muerto.

El pasado 31 de diciembre Sadam Hussein murió en la horca y han compartido un destino similar algunos de sus máximos colaboradores en una dictadura del terror y del horror que llevó a la muerte a 182 mil kurdos.

Después de un juicio sin precedentes por genocidio a Hussein y a seis de sus colaboradores, finalmente la justicia se ha impuesto y podemos afirmar sin rubor que la guerra ha merecido la pena.

Pero no sólo ha merecido la pena porque se ha acabado con la vida de un tirano genocida, sino que además el mundo respira más tranquilo sin la amenaza constante del radicalismo islámico.

La presencia de las tropas norteamericanas en Irak actúa de freno en la expansión de la violencia más allá de los límites del país y, aunque ha habido alguna que otra amenaza, consumada o no, de ataques en el extranjero, lo cierto es que desde que las tropas internacionales están allí la sensación de amenaza ha disminuido notablemente.

España no puede sentirse orgullosa por haber dejado pasar la oportunidad de hacer algo realmente loable en Irak al haber retirado las tropas tras una decisión populista que respondía a una promesa electoral. No hay que olvidar la ayuda que ofreció el gobierno de Bush al de Aznar en la lucha antiterrorista y que llevó a ETA y a la lista de terroristas de Estados Unidos.

Sin salida en el callejón de Irak

Cuatro años después del inicio de la tercera guerra de Irak, la situación en el país no es ni mucho menos mejor de lo que era antes. Cuando el presidente norteamericano decidió invadir el país para liberar a la población de Sadam, erró en el cálculo y ha resultado peor el remedio que la enfermedad.

Con cien muertos al día y casi cuatro millones de desplazados y refugiados, el país que el “trío de las Azores” pretendía mejorar, vive sumido en una guerra civil que tiene difícil solución y que es calvo de cultivo para radicales extremistas que atacan a la población civil y también a las tropas de los países que aún se resisten a abandonar Irak.

Las famosas armas de destrucción masiva no sólo no han aparecido, sino que ni siquiera aparecerán. De los tres presidentes que llevaron a cabo la invasión, ya no queda ninguno en confirmar que efectivamente esas armas no existen y ni siquiera existieron. Cuesta creer que cuatro años después reconozcan que la base de amenaza mundial sobre la que orquestaron la invasión es mentira.

No sólo no se han encontrado las armas, sino que además la situación en la zona ha empeorado. La inestabilidad creada tras la invasión no sólo afecta a los ciudadanos iraquíes, sino que se ha trasladado al resto del mundo, y lo que se esperaba que fuera la gran lucha antiterrorista sólo ha servido para que los atentados extremistas creen caos y miedo a todos los ciudadanos del mundo. El 11-M en Madrid y el 11-J en Londres son dos claros ejemplos de cómo la guerra de Irak afecta a todo el mundo.

Es cierto que Sadam Hussein ha sido ajusticiado, poniendo fin así a una dictadura atroz, pero el rencor y las luchas entre etnias siguen estando en las calles de las principales ciudades iraquíes y el goteo de muertos civiles y también militares no cesa. ¿Quién responde ante esas muertes?

Hasta el momento nadie se ha responsabilizado de lo que hoy día se llama, de manera un tanto frívola, daños colaterales. Pero realmente no está claro que quien inicia una guerra no sea el principal responsable de lo que allí ocurre, y por consiguiente con una responsabilidad judicial. Eso es lo que Garzón pretende y que desde algunos medios se ha criticado: llevar a Bush, Aznar y Blair ante el Tribunal Penal Internacional. No se puede escapar de tantas muertes sin dar cuenta de ellas.

Manifestaciones con motivos

Editorial para insertar en un diario de tirada nacional de ideología inclinada a la izquierda pero que no es servil al Gobierno.


Hoy sábado 16 de marzo es día de manifestaciones. A las ya habituales salidas a la calle del Partido Popular hoy se celebran otras manifestaciones por motivos muy diferentes al problema vasco: en Madrid los Médicos Internos Residentes exigen una reducción de jornada y un aumento de salario, y hoy, cuatro años después de la famosa foto de “las Azores”, son también muchos los que han decidido recordar tal día en todo el mundo.

Toda la atención nuevamente está puesta en una manifestación contra el Gobierno. En esta ocasión la manifestación organizada por el partido que preside actualmente Navarra, el UPN, cuenta con el apoyo inestimable de sus socios del PP que vuelven a manifestarse así contra el Gobierno y contra el posible uso de Navarra como moneda de cambio en el conflicto terrorista. Desde el Gobierno se acusa al PP y a UPN de manipular a los ciudadanos al hablar de algo que en ningún momento se ha planteado: la posible adhesión de Navarra al territorio del País Vasco y hasta Otegi, portavoz de la ilegalizada Batasuna ha hecho hincapié en tal extremo al decir que "ni vende Navarra, ni pone Navarra en la mesa ni hace nada que no quieran hacer" los ciudadanos navarros.

Con Pamplona como ciudad elegida para esta multitudinaria manifestación, Madrid tiene sus calles libres para que otros problemas no menos importantes también salgan a la calle. Es el caso de los MIR, que se han manifestado en Madrid para protestar por trabajar 32 horas seguidas y para pedir mejores condiciones económicas, algo que asegura el Gobierno que va a conseguirse tras el Real Decreto firmado en octubre por el Ministerio de Sanidad y que los Residentes no ven tan claro.

Hace ya cuatro años de la famosa “foto de las Azores” y son muchas las personas que recorrerán las calles madrileñas para exigir el fin de la guerra en Irak que lleva ya cerca de 650.000 muertos. Pero Madrid no ha sido el escenario único: otras ciudades españolas como Barcelona o Sevilla y en otras ciudades del mundo, como Washington o Sydney se ha vuelto a gritar un “No a la guerra”.

Hoy Madrid vuelve a ser sede de manifestaciones, aunque en esta ocasión el PP no ha sido el invitado estrella.